ROMANCES NOVELESCOS
LAS
DOS HERMANAS
—Moro,
si vas a la España,—traerás una cautiva,
no
sea blanca ni fea,—ni gente de villanía.—
Ve
venir el conde Flores—que viene de la capilla,
viene
de pedir a Dios—que le dé un hijo o una hija.
—Conde
Flores, conde Flores,—tu mujer será cautiva.
—No
será cautiva, no,—antes perderé la vida.—
Cuando
partió el conde Flores—su mujer quedó cautiva.
—Aquí
traigo, reina mora,—una cristiana muy linda,
que
no es blanca ni fea,—ni gente de villanía,
no
es mujer de ningún rey,—lo es del conde de Castilla.
—De
las esclavas que tengo—tú serás la mas querida,
aquí
te entrego mis llaves—para hacer la mi cocina.
—Yo
las tomaré, señora,—pues tan gran dicha es la mía.—
La
reina estaba preñada,—la cautiva estaba en cinta;
quiso
Dios y la fortuna,—las dos parieron un día.
La
reina parió en el trono,—la esclava en tierra paria,
una
hija parió la reina,—la esclava un hijo paria;
las
comadronas son falsas,—truecan el niño y la niña,
a
la reina dan el hijo,—la esclava toma la hija.
Cuando
un día la apañaba—estas palabras decía:
—No
llores, hija, no llores,—hija mía y no parida,
que
si fuese a las mis tierras—muy bien te bautizaría,
y
te pondría por nombre—Maria Flor de la vida,
que
yo tenia una hermana—que este nombre se decía,
que
yo tenia una hermana,—de moros era cautiva,
que
fueron a cultivarla—una mañanita fría
cogiendo
rosas y flores—en un jardín que tenia.—
La
reina ya lo escuchó—del cuarto donde dormía.
Ya
la enviaba a buscar—por un negro que tenia:
—¿Qué
dices, la linda esclava?—¿qué dices, linda cautiva?
Palabras
que hablo, señora,—yo también te las diría:
No
llores, hija, no llores,—hija mía y no parida, etc...
—Si
aquesto fuese verdad—hermana mía serias.
—Aquesto
es verdad, señora,—como el día en que nacía.—
Ya
se abrazaban las dos—con grande llanto que había.
El
rey moro lo escuchó—del cuarto donde escribía,
ya
las envía a buscar—por un negro que tenia:
—¿Qué
lloras, regalo mio?—¿qué lloras, la prenda mía?
Tratábamos
de casaros—con lo mejor de Turquía.—
[p.
287] Ya le respondió la reina,—estas palabras decía:
—No
quiero mezclar mi sangre—con la de perros maldita.—
Un
día mientras paseaban—con su hijo y con su hija,
hecho
convenio las dos,—a su tierra se volvían.
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